Ryzen 5600G y RX 580: Mi Bestia de Gaming Casera y el Día que se Negó a Encender

 El corazón de la bestia es un AMD Ryzen 5 5600G. Elegí esta CPU en su momento por su versatilidad y porque, aunque mi intención era ponerle una gráfica dedicada, me permitía ir tirando con los gráficos integrados si la cosa se ponía fea con los precios (¡hola, crisis de las GPUs!). Y la verdad, incluso solo, el 5600G me sorprendió gratamente.

Pero claro, uno siempre quiere más, y hace un tiempo le sumé una RX 580 de 8GB en su versión 2048SP. Sé que no es la última maravilla del mercado, pero para jugar a 1080p, que es a lo que aspiro, va de cine. Títulos como Valorant, CS2, League of Legends, e incluso cosas más exigentes como The Witcher 3 o Red Dead Redemption 2 (ajustando cosillas, claro) se mueven con una fluidez más que decente. La verdad es que la combinación del Ryzen y la RX 580 me da un rendimiento que me tiene muy contento.

Para acompañar, le metí 24GB de RAM. Sí, es una cifra un poco rara, lo sé. Empecé con 16GB (1x16GB) y luego añadí otro módulo de 8GB que tenía por ahí. Funciona en dual channel para los primeros 16GB y el resto en single, pero oye, para multitarea y tener Chrome con 30 pestañas abiertas mientras juego, ¡ni una queja! Y para que todo vuele, un SSDde 1TB donde el sistema operativo y los juegos cargan en un suspiro.

La alegría de montarlo tú mismo... y sus pequeños "infartos"

Montar tu propio PC es una gozada. Esa sensación de elegir cada componente, ensamblarlo con cuidado y ver cómo cobra vida es difícil de igualar. Además, te permite saber exactamente qué tienes entre manos y cómo funciona. Pero, seamos sinceros, también tiene sus momentos de tensión.

Hace unas semanas, decidí que mi PC necesitaba un poco más de flujo de aire. Las temperaturas eran correctas, pero con el calor apretando, un ventilador extra en la caja nunca viene mal. Compré uno baratillo, abrí la torre con toda la ilusión del mundo, lo conecté a la placa base con cuidado y... ¡sorpresa! Al darle al botón de encendido, el PC hizo el amago, los ventiladores giraron un segundo y... silencio. Pantalla en negro. Mi gozo en un pozo.

Os podéis imaginar el mini infarto. "¿Qué he tocado?", "¿Me habré cargado algo?", "¿Estática traicionera?". Mil preguntas en un segundo. Empecé el ritual que muchos conoceréis: revisar conexiones, apretar la RAM, la gráfica... Nada. Seguía sin arrancar.

Me acordé del viejo truco: La pila de la BIOS Con la delicadeza posible, desconecté todo, quité la pilita de la placa base, esperé unos minutos que se me hicieron eternos, la volví a poner, crucé los dedos, conecté lo esencial y entró a la BIOS, cargó los valores por defecto, y después de configurar de nuevo el perfil XMP de la RAM y el orden de arranque, mi PC volvió a la vida.

El ventilador nuevo funcionaba perfectamente y, curiosamente, el PC también. Parece que a la placa no le sentó muy bien el nuevo ventilador al principio y se quedó un poco pillada. Un simple reseteo de la CMOS fue la solución.

Conclusión: Un camino con baches, pero que compensa

A día de hoy, mi PC con el Ryzen 5 5600G y la RX 580 sigue dándome muchísimas alegrías. Es una máquina capaz, que me permite jugar a todo lo que me apetece con una buena experiencia y que, además, me sirve para trabajar y estudiar sin despeinarse.

Estos pequeños sustos, como el del ventilador, son parte del encanto (y del sufrimiento ocasional, no nos vamos a engañar) de tener un PC montado por uno mismo. Te obligan a aprender, a investigar y, sobre todo, te dan una satisfacción enorme cuando consigues solucionar el problema.

Así que, si estáis pensando en montar vuestro propio equipo, ¡adelante! Solo recordad tener paciencia, un destornillador a mano y saber dónde está la pila de la BIOS. ¡Nunca se sabe cuándo la vais a necesitar!



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